Sunday 7 November 2010

Mitja Hoffman asesinado por Uwe Kolbig: Original, para aprender a vivir... El dolor y la muerte de inocentes... Alemania

 Mitja Hoffman R.I.P, las víctimas tienen tienen dignidad y rostro...
Mitja Hoffman

Añadir algo a este impactante relato, sería ofender la iniciativa de quien quiere hacer algo constructivo por dar a conocer las desgracias humanas, vistas desde bien dentro de las entrañas del dolor ajeno. Duele más, cuando se trata de pequeñas criaturas, sin culpa alguna de ser niños alegres y confiados.
Fuente Original: Escrito con Sangre
El Perfil del pedófilo, pederasta y depredador sexual de niños.
Boylover en acción
“El niño está bien muerto. El aire apesta. Clavo la puerta…”
Antonio Cisneros. “La muerte del niño”
Uwe Kolbig nació en 1964 en Leipzig, Sajonia (Alemania). Desde adolescente, desarrolló un gusto por la violencia y admiraba a los asesinos en serie. Constantemente fantaseaba con escenas de violación y se masturbaba compulsivamente mirando fotografías con escenas de sadomasoquismo. Años después, sus preferencias eróticas de inclinaron hacia los niños. Compulsivamente, se acercaba a los pequeños para tratar de besarlos, tocarlos o abusar eróticamente de ellos. En 1981 fue condenado a un año de reclusión en un centro penitenciario por cargos de abusos de menores. Dos años después, en 1983, cumplió una condena de seis meses. Para 1985 fue encerrado por dos años y medio, y en julio de 1989 fue nuevamente acusado de abusar de un menor, obteniendo una reclusión de tres años. Su último delito por el que también cumplió una condena de tres años, antes de protagonizar el crimen que lo volvería famoso, fue bajarle el traje de baño a un niño de once años de edad en un lago de Leipzig, para tratar de practicarle sexo oral.
Uwe Kolbig

A los 32 años y tras varias condenas, Kolbig se casó. Su esposa estaba enamorada de él y no le importó el turbio pasado de su marido. Inclusive se embarazó y tuvieron una niña. Durante once años, Kolbig se mantuvo al margen de los problemas y parecía que se había reformado. Consiguió un buen trabajo, fundó un hogar y cuidaba con esmero de su mujer y de su hija. Pero el ansia estaba contenida y no pudo desterrarla para siempre. Un día, las fantasías regresaron con más fuerza que nunca. La necesidad de relacionarse sexualmente con un niño, lo llevaron a protagonizar largos paseos por toda la ciudad de Leipzig. Pasaba horas sentado en los parques contemplando a los niños mientras jugaban. Caminaba cerca de las escuelas para ver a los pequeños al salir del colegio. Comenzó a coleccionar pornografía infantil, que mantenía oculta de la vista de su esposa y de su hija.

Mitja Hoffman era un niño de nueve años, a quien sus padres llevaban todos los días a una guardería, donde pasaban sus vacaciones. Sus padres y él vivían en Leiptzig. Era un niño muy cariñoso, que siempre intentaba agradar a sus padres.

El 22 de febrero de 2007, Uwe Kolbig ya no pudo contenerse más. Salió de casa con el propósito de satisfacer el incontenible deseo. Vagó por largo rato buscando una víctima propicia. Pero la mayoría de los niños iban acompañados de sus padres o de otros niños, así que no era tarea fácil. Aquel día, desesperado, Kolbig abordó un tranvía para regresar a su casa, a tan sólo dos paradas de distancia.
Uwe Kolbig y Mitja Hoffman, su víctima, captados por la cámara de seguridad del tranvía

Y entonces lo vio. El pequeño acababa de salir del centro infantil y había cogido, solo por primera vez, el transporte público para cubrir las dos paradas que lo separaban de su casa. Uno de sus profesores lo había visto esperar el tranvía a eso de las 16:40 horas. Nueve minutos después, a las 16:49, se subía al vagón. En ese momento, Mitja se dirigía a su casa. Kolbig decidió abordarlo; conversó con él, se ganó rápidamente su confianza y le ofreció darle un regalo para que se lo llevara a casa y se lo diera a sus padres. Entusiasmado, el niño aceptó.
El niño no bajó en la estación de su casa, sino tres paradas después. Kolbig sabía que las cámaras de vigilancia del tranvía estaban grabando la escena; en un momento, volteó hacia ellas y sonrió. ¿Qué cruzaba en ese momento por su mente? Sabía que será rastreado, pero el ansia era más fuerte y siguió adelante con su plan.
Cuando se bajaron del tranvía, Kolbig le compró tarta de grosella en una panadería ubicada a menos de 150 metros de su propia casa. Luego caminaron hasta que Kolbig se lo llevó a una propiedad que tenía cerca, una parcela con una cabaña. Mitja lo siguió, con la promesa de obtener más regalos.
Allí, Kolbig lo sometió. Le dio una golpiza, lo desnudó y después lo violó. No le importaron los gritos de dolor del niño, su llanto y su visible terror. Cuando terminó, lo amarró y amordazó. Kolbig nunca había llegado tan lejos, pero ahora se había transformado en un depredador. El niño logró sobrevivir a varias violaciones entre el jueves y el viernes.

Sus padres, alarmados, avisaron a la policía. En una ciudad pequeña, aquello era una anomalía, así que actuaron rápidamente. La policía destinó más de doscientos agentes a la búsqueda del pequeño. Utilizaron perros rastreadores, hicieron recorridos a caballo y a bordo de helicópteros con rayos infrarrojos, y rastrearon los bosques del norte de la pequeña ciudad de Alemania Oriental.
La búsqueda
El 23 de febrero, Kolbig violó nuevamente al niño. Para entonces, la búsqueda del menor ya ocupaba los titulares de los periódicos. Temeroso, decidió borrar las huellas de su delito. Violó al niño por última vez, le dio una golpiza, le puso una bolsa de plástico en la cabeza para tratar de asfixiarlo pero como el niño no moría, lo estranguló. Abandonó el cadáver dentro de su propiedad, cubriéndolo con ramas y hojas secas.
El 24 de febrero, la prensa germana publicó una fotografía, extraída de las cámaras de vigilancia del tranvía, donde se veía a Mitja riendo junto a un desconocido en el vagón de la línea que solía llevarlo a casa. Gracias a esa imagen, se recibió una llamada que ayudó a localizar al sospechoso.
Cuando la policía checó sus antecedentes, se lo comunicaron de inmediato a la familia. “Es un hombre fuerte, astuto y sumamente peligroso”, declaró el agente policíaco a cargo. El padre del niño diría: “Es la foto que ningún padre quiere ver: a su pequeño hijo riendo, sentado junto a un pedófilo y violador en serie”.
Ese mismo día, la policía allanó la propiedad de Kolbig y encontró el cadáver del niño, aún cubierto por el follaje. La policía alemana solicitó entonces la ayuda de la Interpol para buscar al asesino. Kolbig decidió huir: durante una semana, permaneció fugitivo. Se ocultó como pudo, comía cualquier cosa y permanecía alejado de la gente.
El tranvía del intento de suicidio
Finalmente, desesperado, Kolbig trató de suicidarse tirándose al paso de un tranvía. Alguien lo vio y consiguió salvarlo, solamente para darse cuenta de que era el fugitivo más buscado de Alemania. Otras personas lo sujetaron y llamaron a la policía. “Ya no sabía qué hacer y decidí terminar la huida por mi cuenta”, declararía.
El arresto
Mientras el juicio del violador y asesino se desarrollaba, los vecinos construyeron un improvisado santuario, dejando velas, flores y juguetes, frente a la casa de los Hoffman, en Luetzschena.
El juicio
Pese al paso de los años, no se ha dictado sentencia. Y en la tumba de Mitja en el cementerio, junto a la cruz con su nombre y fechas de nacimiento y muerte, todos los días las personas dejan muñecos, flores y regalos, para el niño que murió por su deseo de llevar un obsequio sorpresa para sus padres…
El cementerio y la tumba de Mitja

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